Los niños y niñas incomprendidos, son quienes sufren a veces en silencio a veces gritando en el vacío, a veces deambulando ciegamente en un mundo adulto que no entiende – o no quiere aceptar- que cada uno de nuestros hijos es distinto de sus compañeros, distinto de sus hermanos y, casi siempre, distinto de cómo quisiéramos los padres o los profesores.
Walt Disney, el excelente creador de películas infantiles, sostenía la siguiente idea: “imagino la mente de un niño como un libro en blanco”. Durante sus primeros años de v ida, se escribirán muchas cosas en sus páginas. La calidad de lo que se escriba afectará profundamente su vida. Esta opinión, científicamente errónea, pero todavía bastante extendida, implica que nacemos como un libro en blanco. La conclusión a la que nos lleva, es que si las páginas del libro de vida de un niño, no nos gusta debe ser porque alguien ha realizado mal sus deberes. ¿Padres que consienten demasiado a sus hijos?, ¿Mamás que trabajan?, ¿Padres separados?, ¿Papás o mamás solteros?, ¿Papás o mamás del mismo género?, ¿Ausencia adecuada de lactancia materna?, ¿Profesores permisivos?, ¿Crisis de autoridad?, ¿Programas de televisión, violentos?, ¿Demasiado sexo?, ¿Niños que no quieren estudiar?... si el libro de la vida del niño, no nos gusta, siempre se puede encontrar una teoría que explique la razón o motivo. Tales teorías, son fáciles de inventar y difíciles de discutir, entre otros motivos por que nadie se ha tomado la molestia de demostrarlas.
Y es que la experiencia de buscar una explicación al drama oculto de muchos niños que fracasan en el colegio, que no se portan bien en clase, que se pelean con los compañeros, que no saben leer, que hacen mala letra, que son torpes, que se despistan, que explotan, que todo lo hacen mal, que son un desastre, que son raros, que no saben hablar bien; o lo que es mucho peor, que todo les va mal y no saben que les pasa. Ya que es compón escuchar a diario frases como: “soy tonto”, “debo ser inútil”, “odio leer”, “no sé porque me porto mal”, “no me puedo concentrar”, “no me controlo”, se me escapan las ideas”, entre otras.
Niños cuya vida transcurre bajo la etiqueta de niños vagos, niños mal criados, niños malos, niños tontos, niños que no serán nada el día de mañana, niños inadaptados, niños cuyos padres son responsables de su “mala educación”.
Piensa lector, qué ocurre si estas etiquetas son faltas, si la realidad es otra, si como adultos creemos tener la razón y no la tenemos. Piensa, qué ocurre si resulta que el problema no es la televisión, ni los papás o las mamás, ni los celos de los hermanos. Piensa, qué ocurre si ni el niño, ni nadie, ni nada tienen la culpa de que el libro de su vida no sea “bonito”. Piensa, qué ocurre si resulta que un niño además de ser víctima de una vida triste, a causa de la incomprensión, se siente acusado de ser el culpable de su desventura.
Piensa, piensa, piensa mi estimado lector, pero mientras piensas te darás cuenta que… es la historia de millones de niños y millones de padres, que viven o han vivido experiencias muy similares.
Es por ello que cada uno debe decirse así mismo que esa pequeña contribución resulta decisiva en el momento de la suma de esfuerzos. Ya que hacer referencia a la frase “nadie es imprescindible” sería nulificar el esfuerzo con que se conduce un individuo, independientemente de sus capacidades, sino mas bien debemos tener presente que “todos somos necesarios” en este mundo con riqueza y diversidad humanas, ya que todos son “pequeñas gotas de agua que llenan un océano”.
Este artículo, representa un extracto de opiniones vertidas por los autores del libro “El niño incomprendido”, material que se me proporcionó desde Barcelona, España. Y que son la recopilación de algunas experiencias de vida, vertidos por los padres, maestros y ante todo los niños con TDAH.
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