Autor: José'>http://www.articuloz.com/authors/247094">José Luis Cano Gil
El otro día fuimos al cine, sin muchas esperanzas, a ver "El origen del planeta de los simios".El producto nos pareció incluso peor de lo que habíamos temido, apenas un detritus descerebrado (y descerebrador), ridículamente estruendoso e hipercinético. Una más de esas boñigas ultraefectistas con que Hollywood se afana en electrocutar a las masas. En excitarlas y convulsionarlas. En cauterizar sus sentidos y vaciar su alma. Y pensamos luego que, cuando los niños adquieren esas mismas actitudes "epilépticas", los consideramos "trastornados por TDAH" y los fulminamos con drogas. ¿Por qué?
No sólo el cine sino toda nuestra sociedad es igualmente hiperactiva, hipercinética, diabólicamente movediza. La publicidad, el nervioso ritmo y estilo de la televisión, de las modas, la tecnología de consumo, la prensa, los deportes, la política... Todo es atropellado, compulsivo, fugaz, histéricamente cambiante. Si te gusta algo muy especial en un comercio, más vale que lo compres inmediatamente pues quizá mañana ya no esté. Cambian continuamente las ubicaciones, las presentaciones, los productos, los precios según los sucesivos intereses promocionales. En agosto ya se venden los libros de septiembre para los niños. En octubre ya aparecen los primeros turrones de Navidad... Hay que moverse continuamente, adelantarse sin descanso, el tiempo es oro, el último es idiota.
Pero los niños que no se están quietos son supuestos enfermos.
Y esa estúpida, inhumana y permanente "movilidad" laboral. Hay que cambiar a los empleados continuamente de tarea, de equipo, de centro de trabajo, incluso de ciudad o país. ¿No es más dinámico, moderno, psicológicamente "positivo"? ¿No lo exige la competitividad? No te encariñes hoy con nada ni con nadie, pues mañana te sustituirán, te trasladarán, te despedirán. Los vínculos no son rentables. ¡Trabaja más rápido, trabaja más tiempo, produce más cosas aunque lo hagas peor (eso no importa)! Y después gasta tu dinero igual de deprisa, compra todo lo que puedas, compra también lo que no puedas (para eso está el crédito). ¡Adelántate siempre una décima de segundo! Y en tus vacaciones no descanses. Sobre todo, nunca estés quieto. Zambúlletecomo todo el mundo en el frenesí turístico, playero, consumista, discotequero, lo que sea, para no "aburrirte" ni ser "menos" que nadie.
Pero si tu hijo hace lo mismo, llévalo al psiquiatra.
Y esa vorágine actual llamada "vida familiar". Padres que van y vienen apresuradamente de sus respectivos trabajos, tráfico de niños y abuelos arriba y abajo, trajín de domicilios y custodias compartidas, ritmo cuartelero de guarderías, escuelas, deberes, canguros, actividades extraescoleres, comidas, cenas, cocinar, limpiar, lavar, ir de compras y, los fines de semana, visitar a los padres, visitar a los suegros, recibir a los amigos, cumpleaños de los niños con todos sus compañeros de clase, y todo ello si nadie está enfermo, si el coche no está en el taller, si no hay que trabajar horas extras, si no hay que cuidar de los abuelos, y siempre bregando con los niños conflictivos, con la pareja conflictiva, con los propios conflictos neuróticos, y así -reloj y pito, undostres, undostres, undostres- durante semanas, durante meses, durante años...
Nuestra sociedad no sólo es hiperactiva, también cultiva un perpetuo y grave "déficit de atención". No sólo porque quien mucho abarca poco aprieta, y porque la frenética sucesión de estímulos impide la plena atención sobre cualquiera de ellos. Sino porque la dispersión ayuda a evitar las dificultades, la responsabilidad, el miedo, las verdades, los sentimientos. ¿Por qué voy a a hacer una cosa detrás de otra, si puedo hacer varias a la vez? ¿Por qué voy a seguir atentamente la película de la tele, si al mismo tiempo puedo hacer zapping, hablar por teléfono, regañar a los niños y lavar la ropa? ¿Por qué voy a dar de comer a mi bebé con toda mi atención y paciencia -y las suyas-, si puedo "distraerlo" con la hipnótica televisión, más el muñeco de colores, más los intempestivos arrumacos de papá, los abuelos y la vecina, más los gritos de los hermanitos y la música heavy del hijo mayor, todo ello a la vez? ¿Por qué charlar sincera y serenamente con mi familia o amigos, si podemos "divertirnos a tope" con las mil ofertas de entertainment que nos ofrece la industria? Etcétera.
No, no sólo algunos niños, sino todo el mundo contemporáneo sufre de "TDAH". Porque frenar, descansar, atender, profundizar, gozar de lo que tenemos no nos parece suficiente. Ni es lucrativo para otros. Lo que realmente nos gusta es correr tras lo que no tenemos, huir de lo que nos asusta, gratificarnos por nuestros vacíos, llamar la atención como sea, dispersar nuestra mirada, movernos sin descanso para, en fin, no ver ni sentir ni pensar.
Nuestra sociedad es como un avión: se sostiene únicamentepor la horrible velocidad que le imprimimos. Si se detiene, se cae (lo llamamos "crisis económica"). Pero, a diferencia de los aviones, nuestra nave no dispone de pistas de aterrizaje. Éste es su drama. Su propia esencia es volar por volar sin rumbo ni descanso... hasta que se acabe el combustible. A menos, claro está, que toda la máquina -es decir, todos sus millones de habitantes- decidamos metamorfosearnos en otra cosa. Por ejemplo, en pájaros. Por ejemplo, en elefantes...
Mientras esto no suceda, ¿por qué nos empeñamos en llamar "TDAH" a los niños que simplemente son como los adultos?
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Sobre el Autor
Psicoterapeuta y Escritor. http://www.psicodinamicajlc.comhttp://www.psicodinamicajlc.com">http://www.psicodinamicajlc.com>
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