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domingo, abril 18, 2010

¡ Conflictos Familiares Tdah ¿es Posible Mejorar La Convivencia

Publicado por José Javier González Lajas en 22 Marzo 2010

En la familia el TDAH tiene un alto poder impactante porque el niñ@ con TDAH requiere una mayor dedicación, más formación por parte de los padres y más recursos económicos para su tratamiento. La crianza-educación supone una reordenación de la dinámica familiar porque siempre son niñ@s que necesitan que les dediquen más tiempo y que la estructuración de la vida familiar sea más intensa (horarios, ocio, estudio, espacios, relaciones interpersonales y posibilidades de “respiro” y descanso para los padres y herman@s. Las dificultades para llevarlo a cabo, a fecha de hoy son evidentes, sobre todo por el hecho de conciliar la vida familiar y laboral que en el caso de familias con TDAH, replantean requerimientos especialmente intensos.

La necesidad de que los padres cuenten con una formación adecuada que incluya una información significativa sobre el conocimiento de las principales características del TDAH y sobre el papel esencial y fundamental que desempeñan en su tratamiento, así como la adquisición de las habilidades pedagógicas elementales, constituyen una necesidad más que deben satisfacer las familias en las que se integra algún afectado por TDAH.

Cuando su hij@ tiene problemas para obedecer órdenes o parece hacer lo contrario a lo que se le pide, cuando para que haga algo hay que decírselo infinitas veces y ordenarle algo se convierte en un “infierno”… no cabe duda de que la hiperactividad no es sólo un problema del sujeto afectado por el déficit de atención y alteraciones del comportamiento que presenta, ya que el impacto adverso que tiene sobre la vida cotidiana se deja sentir en casa, en el colegio y obliga a intervenir directamente a las personas que conviven con él.

Por todo ello, sirva a modo de ejemplo el siguiente testimonio de una madre:

“… Mi hij@ no obedece nunca, no parece escuchar cuando le hablamos y provoca constantemente conflictos en casa con la única finalidad de molestarnos y enfadarnos. A penas se entretiene con nada, siempre está cambiando de actividad, incluso sin haber finalizado la anterior. Como resultado de todo esto, el ambiente en casa es irrespirable, muy tenso y conflictivo. Las relaciones entre nosotros y nuestro hijo son cada día más complejas y difíciles. También nos irrita y desespera muchísimo su desobediencia y negativa para hacer las tareas escolares. Además, su carácter desafiante, nos perjudica seriamente a todos, y las relaciones con sus herman@s, son pésimas, y las discusiones y peleas entre ellos son frecuentes…”

Al principio, en la mayoría de las ocasiones, los padres se esfuerzan por estar a la altura de las exigencias y retos que les plantean los problemas y dificultades de sus hij@s, tratando de responder satisfactoriamente a los requisitos y demandas. Tienden a comprometerse e implicarse muy intensamente en la tareas de fomentar el autocontrol y la adaptación de sus hij@s e intervienen con mayor esfuerzo y entrega con la única finalidad de controlar el comportamiento caótico, alterado e inesperado de los niñ@s.

Transcurrido cierto tiempo, durante el cual las interacciones se ven influenciadas por las limitaciones y excesos del niñ@, además de los intentos de control y compensación de los padres, la experiencia diaria, le revela que no existe una correspondencia entre su trabajo y esfuerzo, en relación a la mejora del comportamiento que detectan en su hij@, ya que pese a los esfuerzos de ambos, no se percibe ningún cambio significativo.

El resultado de esta realidad, se traduce en estrés, desánimo, percepción de incompetencia, e incluso reacciones de cierta intolerancia en las dificultades y problemas del niñ@, además, de menor sensibilidad en la interacción con su hij@ TDAH, originándose relaciones conflictivas padres-hijo, características de este cuadro.

Las interacciones con los herman@s resultan también difíciles y complicadas, ya que habitualmente provocan conflictos y discusiones, además de ser poco sensibles al razonamiento con sus herman@s, sobre todo cuando insisten en querer hacer algo que molesta a estos o quieren manipular algún juguete, disco, libro, o mismamente manejar la Play Station o Nintendo DS que sus herman@s utilizan normalmente.

Estos, perciben la convivencia diaria confusos, irritados y cansados por la dinámica familiar y generalmente están molestos y disgustados debido a la atención intensa y dedicación unidireccional que la mayoría de los padres suelen prestar.

En líneas generales, la forma de actuar de los padres está definida por dos aspectos muy significativos:

1.Las exigencias respecto al rendimiento y progreso académico según sus expectativas y en comparación a cómo se desenvuelven sus hermanos respecto a estas asuntos.

2.Preocupación por el incumplimiento reiterado por parte del niñ@ TDAH de normas de convivencia y reglas que rigen el funcionamiento familiar (horarios, responsabilidades individuales, comer, dormir, etc.).

Ante esta perspectiva, los padres, cada vez toleran menos los incumplimientos del niñ@ y pasa a adquirir el perfil o la etiqueta de “niñ@ problemático y difícil”.

“…Si dices que quieres hacer lo que te indicamos ¿por qué no lo haces?…”

“…Aunque afirmas que no volverás a meterme en líos, ¿por qué al ratito se te olvida y todo sigue igual…?”

“…Cuantas veces nos has asegurado que cumplirás con tus responsabilidades, y a la hora de la verdad, todo sigue igual…”

El niñ@ TDAH, en la mayoría de las ocasiones, suele ignorar estas indicaciones y hacer caso omiso a las indicaciones de los padres y desobedecer, circunstancia que normalmente desencadena en discusiones, amenazas y enfados, que van configurando una dinámica familiar en la que se deterioran significativamente las relaciones entre sus miembros y se reduce la autoestima del niñ@ con TDAH.

Cuando fallan los métodos de disciplina tradicionales, generalmente los problemas asociados al TDAH suelen ser la causa principal además de mediar los frecuentes conflictos y disputas familiares y conyugales.

Esta consecuencia, está avalada por varias investigaciones científicas que manifiestan que los niñ@s con TDAH tienen “un don” para contribuir a perturbar significativamente la vida familiar, trastornar la vida de los padres e incrementar su estrés.

Esta rutina tan conflictiva y tensa desencadena en los padres enfados y sentimientos de frustración, que se incrementan cuando son conscientes de que las estrategias y métodos educativos y de disciplina que habían puesto en práctica hasta la fecha y creían conocer bien, no funcionan con este hij@ con TDAH. De tal manera, que la experiencia personal asociada al fracaso que acumulan al intentar resolver los conflictos de la forma que conocen, les genera una serie de consecuencias familiares y personales que se pueden sintetizar en los siguientes apartados:

•Agotamiento emocional, incertidumbre, cansancio, sentimientos de culpa, frustración, y autocrítica en términos de negligencia o ineficacia en la crianza-educación de su hij@ con TDAH.

Cuestiones habituales como:

“… ¿Qué estamos haciendo mal?…”

“… ¿Dónde nos estamos equivocando?…”

“… ¿Hagamos lo que hagamos, esto va a ser siempre así?

Están presentes frecuentemente en su cabeza por lo necesitan encontrar una respuesta efectiva a sus preguntas.

•Otro aspecto primordial que preocupa a los padres es la crítica y reprobación de la que pueden ser objeto desde el propio entorno familiar (abuelos, hermanos, tíos), escolar (profesores, terapeutas, director centro escolar) profesional y social (amigos, compañeros). Esta preocupación se asienta en los comentarios y observaciones de carácter sutil pero no explícito que escuchan en relación a sus hij@s con TDAH:

“… Le consientes todo y no le riñes…”

“… Debes replantearte la forma que tienes de educar a tu hij@…”

“… Tienes poca autoridad con tu hijo…”

“… Le compras todos los caprichos que quiere, está totalmente consentido…”

“… No le dedicas el tiempo suficiente…”

•En otro sentido, suele ser habitual también encontrarse en situaciones en las que los padres pueden “perder el control”, incrementando significativamente las discusiones y confrontaciones de una forma más intensa y duradera. En consecuencia, la convivencia familiar se deteriora y con frecuencia va acompañada de tensiones, críticas y reproches recíprocos entre ambos padres que se censuran mutuamente por su tolerancia excesiva y sus exigencias desmesuradas para con el niñ@.

En este ambiente, las relaciones padres-hij@s son cada vez más complicadas y hostiles, lo cual disminuye de forma evidente las posibilidades de éxito en la resolución de problemas y conflictos en casa: los contactos, las muestras de cariño y afecto y las interacciones positivas son escasas, breves o prácticamente nulas.

•Se consolida el perfil del niñ@ como “…incontrolable, problemático, difícil…”, al tiempo que se fortalece la creencia de responsabilizarle de los conflictos y alteraciones que se generan en la vida familiar.

En realidad la conflictividad familiar con origen en el comportamiento disruptivo del niñ@ se desarrolla según una secuencia que puede describirse de la siguiente manera:

1.Los padres usualmente dan instrucciones y órdenes dirigidas a que el niñ@ realice según sus directrices, las actividades, tareas, conductas y responsabilidades.

2.Dichas indicaciones no van seguidas de la conducta esperada. Éste ignora las órdenes, desobedece y realiza cualquier otra actividad al margen de la indicada, excusándose diciendo que estaba pensando en otra cosa o que se le ha olvidado lo que le decían.

3.Este comportamiento, genera en sus padres irritación, tensión, frustración, cansancio y decepción.

4.Los padres, cuando han visto fracasar las diferentes tentativas de control y modificación (dialogar con él, persuadirle, o razonar sobre su comportamiento) suelen responder con reproches, amenazas y castigos.

Ahora bien, si los episodios son muy frecuentes y se repiten diariamente, también pueden tolerar que el niñ@ “haga lo que quiera” limitando su actuación a amenazas ocasionales, eludiendo reproducir órdenes e insistiendo en las responsabilidades y obligaciones del niñ@ en el hogar, de tal forma que asumen los “deberes” de su hijo y comienzan así, cierta tolerancia hacia su comportamiento disruptivo.

5. No obstante, los conflictos reiterados y la escasa respuesta favorable del niñ@ con TDAH repercute en los padres y genera como ya hemos comentado anteriormente, algunas de las siguientes consecuencias: negación de lo que sucede, sentimiento de culpa por actuaciones pasadas, preocupación por las consecuencias de las estrategias disciplinarias que utilizan, aceptación de las circunstancias y problemática de su hij@, toma de decisiones respecto a consultar con profesionales para que les orienten y asesoren, y, planteamiento e inicio de un plan de intervención.

Siguiendo la línea de actuación habitual basada en la premisa de que es imprescindible “conocer y comprender lo qué ocurre para saber qué hacer”, a continuación, se expondrán algunas indicaciones, que en la medida de lo posible, les ayudarán a manejar y mejorar el comportamiento de su hij@ en casa:

1. Es esencial ser capaces de “empatizar”, es decir, “ponerse en el lugar del otro”, en este caso, su hij@ con TDAH. Deben comprender que su comportamiento disruptivo, desobediente, indisciplinado, problemático, etc., no responde a una intención deliberada de fastidiar o desafiar.

2. Deben tratar de juzgar la realidad desde diferentes perspectivas. “No sean jamás exigentes e intransigentes”, enfádense sólo por lo que realmente es importante, si reflexionan se darán cuenta que en la mayoría de las ocasiones, buena parte de los conflictos y disputas que mantienen con su hij@, en realidad, no merecen tanto enfado y hostilidad.

3. Aprendan a prestar atención positiva a su hij@, si es menor de 9 años, designen 20 minutos al día, que será su “tiempo especial” al menos con uno de ustedes (no puede haber otros niños) y pasen ese tiempo exclusivamente con su hij@. Con los niñ@s pequeños hay que empezar diciéndoles que ha llegado su “ratito especial” para jugar y preguntarles qué quieren hacer. No intenten dirigir ni controlar la actividad, simplemente relájense y pásenlo bien intentando entender lo que hace e interesándose. Cuando lleven unos minutos observando, empiecen a describir en voz alta algunas de las cosas que hace para mostrar su interés pero no hagan preguntas (excepto si no entiende lo que hace o lo que significa), tampoco corrijan lo que hace, aunque tenga dificultades o lo haga “mal”. Después, digan de vez en cuando alguna frase de aprobación o de admiración que lo anime (…qué bien lo estas haciendo, me gusta mucho cuando juegas así, en silencio…) o denle muestras de aprobación no verbales: un abrazo, una caricia, una sonrisa, un guiño, etc. Si el niñ@ empezará a portarse mal, deben intentar ignorarlo mirando a otro lado, pero si sigue, díganle que no van a jugar más con él hoy, porque no se está portando correctamente, levántense y salgan de la habitación. Si el niñ@ es mayor de 9 años, no es necesario que sea un periodo de tiempo tan estructurado, simplemente busquen un “espacio” cuando su hij@ esté jugando y únanse a él interesándose por lo que hace.

4. Usen la atención positiva para mejorar la obediencia de su hij@. Ahora que ya saben prestar atención positiva en el juego de su hij@, deben extenderla a cuando el niñ@ está obedeciendo o siguiendo instrucciones suyas de forma adecuada. Así conseguirán que esté más dispuesto a obedecer cuando ustedes le piden algo. Cuando le den una orden, no se marchen, quédense para ver cómo la cumple, y díganle lo contentos que están por lo bien que lo está haciendo: “…qué bien lo estás haciendo…, fantástico…, ya verás cuando le diga a papa/mamá lo bien que lo estás haciendo…, qué orgullos@ estoy de ti…”. Esto son algunos ejemplos de prestar atención positiva, pero quizás sea mejor que cada uno de ustedes busque su propia forma, según crean para estimularle mejor. Si su hij@ hace algún trabajo sin que hayan necesitado decírselo, deben reconocérselo aún con mayor intensidad y tengan en cuenta que no es el momento para buscar la perfección, simplemente díganle lo orgullosos que están de que lo haya hecho sólo. Deben animarle siempre en todas las cosas que haga bien y busquen a partir de ellas, que obedezca inmediatamente para intentar animarle y motivarle especialmente cuando lo haga bien, en una palabra: “pilléenlo siendo bueno”. A continuación, y después de haber trabajado esto durante al menos una semana, busquen momentos en que su hij@ no esté muy ocupado y pídanle pequeños favores: “… ¿me alcanzas aquella revista?, ¿puedes sujetar aquí, mientras doblo esta sábana?…” Es decir, pequeñas ayudas que solo requieran unos segundos, pero intenten repetirlo varias veces al día y luego deben darle las gracias y anímenle por haberlo hecho: “…cómo me gusta cuando me ayudas así…”, siendo su objetivo principal aumentar las posibilidades de que lo haga bien para poder reforzar su buen comportamiento.

5. Traten de dar órdenes más eficaces, concisas y claras. El propósito de esta indicación es mejorar la forma en que ustedes le piden a su hij@ que haga algo u obedezca sus instrucciones. Lo primero que tienen que tener en cuenta es que sólo deben seleccionar y mandarle hacer cosas que realmente quieran que se hagan, es decir, eliminen los cientos de órdenes que dan cada día y de las cuales sólo se cumplen la mitad. Nunca den las órdenes en forma de favor ni de pregunta. No digan: “…¿Por qué no recoges los juguetes ahora?…” Simplemente digan la orden en un tono firme y directo: “…Recoge los juguetes…”. Otro aspecto importante es no dar demasiadas órdenes a la vez, deben reducirlas a pasos pequeños y sencillos. Cuando ordenen algo deben asegurarse que no hay distracciones (televisión, música, juegos, etc.) y que su hij@ está prestando atención. A continuación, pídanle afectivamente que la repita para cerciorarse de que la ha entendido.

6. Procuren ser coherentes y consistentes en la aplicación de reglas y normas de disciplina. Deben esforzarse en mantener el control y no se dejen llevar por la ira y las tensiones, sin olvidar nunca que, pese a los esfuerzos que realiza, su hij@ no logra autocontrolarse como a ustedes le gustaría.

7. Eviten los castigos desproporcionados y aquellos que se proponen para mañana, la semana o el mes que viene, ya que son niñ@s que viven al instante y no tienen conciencia de futuro. Recuerden que recurrir reiteradamente al castigo para manejar y controlar la conducta de su hij@ invalida la utilidad del mismo, puede afectarle emocionalmente y mermar su autoestima. Si creen que esto les ha podido suceder, sería interesante que reflexionen sobre ello y que se pregunten cuál era su propósito al castigar a su hij@ y si ha servido para algo, porque la experiencia de castigar sin buscar un objetivo claro no tiene sentido.

8. Recuerden siempre que es preferible castigar a través de la carencia o retirada de premios que mediante castigos físicos. Cuando el mal comportamiento es más serio, puede usarse el “time out” o “tiempo fuera”, que significa retirar al niñ@ a un sitio tranquilo, aislado para cumplir un tiempo de penalización: “…Si no haces lo que te digo te tendrás que sentar en la silla del rincón…”, por cada año de edad deberá sentarse en la silla un minuto. Durante este tiempo nadie puede hablar con el niñ@ y no empieza a contar hasta que no deje de quejarse, y si se levanta otra vez, empieza de nuevo. Si aún así el niñ@ se levanta, deberá estar con el sujetándole, pero sin pegarle. Una vez que su hij@ cumpla el castigo, deberán preguntarle por qué le han castigado, y una vez que lo diga, deben felicitarle por haber cumplido el castigo y decirle que está perdonado. Pero no se les ocurra prepararle una merienda ni darle mimos especiales, porque sino el castigo perdería su efecto.

8. Después de los enfados deben darle la oportunidad de justificarse y aceptar sus disculpas. A continuación, deben recordarle las normas e insistan en que le corresponde cumplirlas y adaptarse a las reglas conocidas y acordadas por él, sin olvidar reforzar y apoyar los intentos de solución que el mismo niñ@ pueda plantearles, de tal modo que están transmitiéndole confianza en sus posibilidades y asegurando su autoestima.

9. Deben acordarse de reforzar, alabar, premiar y recompensar mediante signos de aprobación (sonrisa, caricias, mirada afectuosa, guiños) los logros diarios por muy insignificantes que sean y los esfuerzos de su hij@ hace, para inhibir y controlar su comportamiento disruptivo y comportarse como se espera de él.

10. Aprendan a observar el comportamiento de su hij@, a analizar las situaciones más comprometidas en casa y en lugares públicos y anticipen las dificultades. Deben programar la vida familiar estableciendo rutinas y hábitos que el niñ@ conozca con la única finalidad de ayudarle a ir ajustándose a las normas. Eviten la improvisación en la medida de lo posible y en caso de alteraciones en la rutina, comuníquenselo previamente para que no afecte negativamente a el control e inhibición de su comportamiento.

11. Intenten “negociar” en vez de “imponer”. Traten siempre de negociar con su hij@ y acuerden con él los quehaceres y obligaciones que a su entender debe realizar en casa. Si reflexionan sobre ello, observarán que es el único modo en que ambos obtienen amplios beneficios porque existe un compromiso por ambas partes al saber que él puede cumplir las normas y ustedes podrán pedirle responsabilidades, con un coste emocional previsiblemente menor.

12. Eviten la espiral que conduce a los conflictos, las tensiones, la irritación, la hostilidad y la frustración que causan las malas relaciones en casa tanto para su hij@ como para ustedes. Para lograr alcanzar este objetivo, es necesario tener en cuenta lo siguiente: no se planteen grandes objetivos, concéntrense en los logros diarios, organicen la vida familiar en torno a hábitos, rutinas y horarios que permitan regularizar el comportamiento de su hij@ y traten de evitar la sobreestimulación ambiental.

13. Recuerden que el enfado y malestar comprensible que les origina el comportamiento disruptivo, activo, incontrolado e indisciplinado no puede imponerse jamás y relegar las muestras de cariño y afecto hacia él. El niñ@ debe observar en todo momento que se le tiene en cuenta y ustedes reflexionar y ser conscientes de que las dificultades, exigencias y experiencias de fracaso a las que hace frente su hij@ requieren contar con toda su dedicación y apoyo incondicional.

14. Para finalizar, es esencial diseñar un plan de actuación dirigido por la estabilidad, consistencia y regularidad en su comportamiento para hacer frente a los problemas y dificultades que pueda presentar.

El manejo de los problemas característicos del trastorno requiere que los padres emprendan una tarea trabajosa y planificada, basada en la reflexión y autocrítica respecto al modo de responder habitualmente a los retos que supone el comportamiento problemático y disruptivo del niñ@ con TDAH, con la única finalidad de organizar, estructurar y disponer favorablemente el ambiente familiar y adoptar las medidas oportunas para controlar el estrés asociado que inevitablemente experimentan.

No resulta fácil para los padres admitir y reconocer que existen problemas, ya que la “normalidad” de los signos externos (conducta y apariencia) encubre la realidad, naturaleza y dimensiones de un problema complejo que comienza a dibujarse en el horizonte de la convivencia familiar cuando a los padres les preocupa, no el modo y manera como se comporta habitualmente su hij@, (nada peculiar o extravagante), sino las dimensiones cuantitativas que alcanza su comportamiento y las consecuencias que este origina (dificultades escolares, conflictos familiares, deterioro social).

Esta entrada fue publicada el 22 Marzo 2010 a 13:13 y está archivada en ¡...Conflictos familiares...!: TDAH ¿Es posible mejorar la convivencia?. Etiquetado: ¡...Conflictos familiares...!: TDAH ¿Es posible mejorar la convivencia?. Puedes seguir los comentarios a esta entrada a través de RSS 2.0 feed. Puedes deja un comentario, o trackback desde tu propio sitio.

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4 comentarios:

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