
Juán, el hijo de mi manicurista, habrá tenido entonces ya sus 30 y pico, pero aún no encontraba su rumbo, no le duraban los trabajos ni las relaciones sentimentales, y en ese momento pensaba en (de nuevo) empezar algún curso técnico que le permitiera independizarse.
Las palabras de Estela me pararon en seco. Me resistí a pensar que mi hija (tan linda, con ese corazón tan grande, ¡con tanto futuro por delante!) no fuera a sobrellevar los problemas que desde niña nos habían llevado a consultar sicólogos, consejeros académicos, y un sin fin de tutores. Desde los 8 años le habían diagnosticado ADHD, o sea Attention Deficit Hyperactivity Disorder (en español, TDAH, trastorno de déficit de atención e hiperactividad), un trastorno neurológico que afecta la capacidad de concentración del individuo y produce falta de memoria, ansiedad, depresión, impulsividad, falta de autoestima, y otros síntomas relacionados. Pero bueno, era cuestión de seguir las indicaciones de los expertos, buscar maestros especializados, experimentar con medicamentos y apoyarla, ¿no? Entonces saldría adelante. Igual que su hermano mayor y todos los demás miembros de la familia.
Lo que no sabía entonces es que un 60% de los niños afectados —se piensa que esta cifra puede ser incluso mayor— continúan batallando por controlar sus síntomas aún en la adultez. Los adultos con ADHD tienden a cambiar frecuentemente de empleo, tener problemas de pareja, un estatus socioeconómico por debajo del promedio, y una mayor tendencia a fumar o a usar drogas. Ahora multipliquen por los aproximadamente 9 millones de adultos en Estados Unidos que tienen ADHD. Es un panorama poco alentador. Y lo más triste es que tanto ellos mismos como los que los rodean tienden a pensar que es un problema de voluntad y de moral, no de conexiones neurológicas. O piensan que son estúpidos o débiles. Una percepción cruel, porque no tiene nada que ver con inteligencia o ética. De hecho, la tendencia médica cada vez apoya más la clasificación de ADHD como un trastorno crónico que en sus expresiones extremas puede clasificarse como discapacidad.
Es frustrante. Lo fue y lo sigue siendo para mi hija, para mí, y para el resto de la familia. Y ni hablar del desgaste emocional. Además, preocupante. ¿Qué será de ella cuando yo ya no pueda ayudarla?
“You’re an enabler,” se lo facilitas todo, me dicen mis hermanas. Es muy posible que tengan razón. “Déjala que se responsabilice por sus cosas y que pague las consecuencias de lo que haga”. Más claro que el agua, ¿verdad?
La realidad es que las personas con ADHD necesitan una red de apoyo, no importa la edad. De hecho, a medida que pasan los años los cambios fisiológicos pueden intensificar los síntomas, sobre todo en mujeres de más de 50 años o experimentando la menopausia. La buena nueva es que existen numerosas redes de apoyo, y medicamentos y terapias para ayudar a controlar o compensar los síntomas.
¿Padeces o conoces a alguien con ADHD? Comparte tus experiencias aquí, nos encantaría oirlas.
Fuente: http://blog.aarp.org/2013/08/21/adhd-una-discapacidad-poco-entendida-espanol/
Mi niño tiene adhd ya no se como controlarlo es grosero con sus hermanos no se controla cuando esta enojado. quien me puede ayudar q me de un consejo q yoo paso extresada
ResponderEliminar