Tengo un niño de 13 años, que a los 7 años le diagnosticaron déficit de atención, con hiperactividad. Hasta los 12 años ha estado tomando Rubifen y de vez en cuando Risperdal. Durante este tiempo, el neurólogo que le da el tratamiento lo ha visto tres veces en la consulta, a las demás visitas sólo he asistido yo; desde hace dos años, son consultas por teléfono o vía internet. Éste es el primer motivo por el que estoy alarmada.A los 12 años, la psicóloga que lo estoy llevando me dijo que el chico no mostraba índices de lo anterior diagnosticado, y le suprimimos el tratamiento; el neurólogo fue informado y dijo que el tratamiento había funcionado muy bien y que ya no lo necesitaba. Por supuesto, en el colegio y en el Instituto mi hijo es un problema en clase, molesta a los compañeros, se aburre muchísimo, no está motivado por las tareas escolares, es inmaduro. Con estas consecuencias, lo único que conseguimos son amonestaciones en las clases por los profesores, y el instituto ha optado por expulsarlo de clase durante dos días. He vuelto ha hablar por teléfono con el neurólogo, y después de estar un año sin medicación, le ha recetado Risperdal. No entiendo qué ha pasado, porqué en un año, no ha necesitado medicarse. ¿En clase lo que quieren es un chico tranquilo, que no moleste? La respuesta del neurólogo es que ha fallado todo lo de alrededor, que no le ayudan psicológicamente. Yo estoy desesperada, hablo con los profesores muy regularmente, vamos al psicólogo una vez al mes, y en lo único que pienso es en que estoy drogando a mi hijo.
Sobre este tema existe consenso entre los profesionales de la salud mental en cuanto que cada niño debe ser tratado de acuerdo a las dificultades específicas que presenta, y que la medicación para el TDH debe ir siempre acompañada de un abordaje psicopedagógico y socio-familiar que proponga estrategias de intervención y mejore la adaptación del niño a la escuela y a su entorno.
La medicación sola no cura, y en muchos casos disimula síntomas o ejerce una seudoregulación de la conducta sin producir modificaciones reales sobre las motivaciones que podrían prevenir posibles brotes futuros. La medicación tiende a acallar los síntomas, sin preguntarse qué es lo que los determina ni en qué contexto se dan. De esta manera frena las manifestaciones del niño sin cambiar nada del entorno y sin el estudio pormenorizado de la estructuración del psiquismo del niño, de sus angustias y temores.
Un abordaje multidisciplinar para el TDAH implicaría: sesiones individuales con el niño una o dos veces a la semana, sesiones familiares bimensuales y coordinación continua entre el terapeuta y el tutor del niño para el seguimiento, y la adopción de estrategias específicas en el aula. A su vez, la medicación debería ser ajustada por el neurólogo cada 6 meses, con la información aportada por el terapeuta y la familia acerca de la evolución del niño.
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