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sábado, julio 24, 2010

EXPERIENCIA DE MADRE CON EL "TDAH", APRENDIZAJES Y DESAPRENDIZAJES


Liliana Castro Morato es psicóloga,
egresada de la Universidad del Norte, en Colombia
y reside en la ciudad de Floridablanca.
En este blog ha sido publicado su aporte:

“TDAH – ERRORES DIAGNÓSTICOS”

el miércoles 7 de julio de 2010 (click aquí para ver)

y mucho le agradezco este nuevo documento

que en este momento queda a la pública consideración.

Prof. Miguel Ángel Ricci
Moderador

Advertencia del moderador:

Los nombres se han cambiado para preservar la privacidad de las personas protagonistas de este relato íntimo de una madre colombiana, estructurado y redactado en primera persona por la profesional, lo que le aporta una significativa calidez.

‹‹ Han pasado cuatro años de haber conocido "en carne propia” el diagnóstico de TDAH.
Siempre quise encontrar una respuesta al por qué de las conductas disruptivas de mi hijo, aunque dentro de mi ser sabía que los procesos vinculativos y emocionales no habían sido los mejores desde su concepción, eludía inconscientemente mis responsabilidades frente a algunas de sus conductas. Luego de aprendizajes y desaprendizajes que siguen fluyendo en mí puedo cavilar al respecto en retro y prospectiva así:

El hecho de ver el TDAH como un trastorno de origen neurofisiológico y/o genético era un alivio tanto para mí como mi esposo. Eso querría decir que no lo estábamos haciendo tan mal y que podíamos liberarnos de la responsabilidad de la "infelicidad" de mi pequeño Daniel que en el 2006 cumplía 6 años y pasaba con el ceño fruncido, se comportaba desafiante, lloraba y se mostraba poco tolerante ante cualquier negativa o frustración. La evaluación realizada mediante los cuestionarios tradicionales a padres, madres y docentes evidenciaban su desatención e impulsividad.

No tuve ni he tenido a la fecha (2010) la oportunidad de realizar exámenes de tipo neurofisiológico y mucho menos genéticos, que corroboren la presencia de tal trastorno cuya etiología dicen es orgánica. Y como lo que interesaba era que él mejorará, acepté de buena manera el diagnostico y me dispuse a realizar todo lo que el médico especialista decía que había que hacer con él, administrarle a él y monitorearle a él.

Dos años y medio de terapias ocupacional, de lenguaje, psicopedagogía, tenis, ajedrez, natación y todo lo que a bien nos dijeran para nuestro hijo, que tenía más agenda que un médico lo hacíamos; y como padres agotados de tanto trajín, pero todo por Daniel.

Sin hablar de los costos económicos, se disminuía el tiempo de pareja, el disfrute con nuestra hija que ya había nacido. Daniel era el centro de mi devoción, mi preocupación; mi esposo acompañaba y apoyaba cualquier actividad en beneficio de él, pues era en beneficio de todos. La consigna inconsciente era "Si Daniel mejora, todo a su alrededor mejorará".

Darle una pastilla dentro de ese proceso sería entonces luego de 3 años de extenuante intervención en la que el propio niño dijo ¡Basta! la opción y alternativa más fácil y viable para que sus conductas de desatención e impulsividad desaparecieran.

Podría entonces verlo contento disfrutar de una piñata sin ser el centro de atención, iría al colegio y no me pondrían tantas quejas por su impulso y agresividad, visitaría a amigos y familiares logrando un ameno compartir, etc. Pero no, la cosa no fue tan fácil.

Uno, la pastilla mágica se brindaba para "su efecto" sólo durante la jornada escolar. Así que mamá y papá tendrían que seguir apelando a su amor y tolerancia para aceptar, manejar los comportamientos del niño en las tardes, fines de semana y vacaciones ; cosa que a la fecha (2009) con dos hijos más de 5 y 1 año, por lo menos a mi me tenía con los pelos de punta.

Dos, a pesar de haberla administrado, el pequeño Daniel seguía con conductas que interferían con el buen aprovechamiento escolar y sus relaciones sociales. Es importante resaltar que mi chico no tiene problemas de aprendizaje, es inteligente y habilidoso e ir al colegio siempre ha sido una aventura motivante para él. Fortuna para él mismo y para nosotros dentro de este proceso.

Entonces, viendo que la pastilla mágica no era tan mágica y mi interés por conocer de ella sus efectos y sus criticas. Era necesario replantear muchas cosas y así lo hice acompañada de un excelente psiquiatra y terapeuta, que permitió nuevas confrontaciones al interior de mí y de mi familia.

La consigna cambió con consciencia a otra dirección y enriquecida por profesionales en la distancia… ahora digo: "Si yo mejoro todos mejoraremos y disfrutaremos más en familia - esto incluye a Daniel"... y siguiéndome mi esposo progresivamente y avanzando iniciamos el camino a la aceptación y el autoconocimiento, quitando de Daniel la carga de toda la responsabilidad de "portarse bien" y dejando de lado la "magia" de una pastilla que realmente por sí sola no cura ni favorece nada.

Resumo algunos puntos cruciales de la experiencia como madre, aprendizajes y desaprendizajes por continuar haciendo día a día:

- Las conductas disruptivas fácilmente pueden confundirse, mezclarse y adherirse con el déficit de atención y la impulsividad. Pero ello no siempre son causa de un trastorno orgánico / genético sino de procesos de mala crianza y desafecto no necesariamente consciente y deliberado por parte de los progenitores.

En mi caso, el exceso de respuesta emocional, falta de control sobre el estrés que no podía manejar ante algunas conductas de mi hijo, la sobreprotección, la culpa ligada a procesos de rabia interna en su concepción y proceso gestacional, la permisividad y su extremo - la exigencia -, la palabrería o cantaleta mantenían o exacerbaban los síntomas de poco control de los impulsos y desatención en mi niño.

Este punto es crucial, y es claro que el tratamiento psicoterapéutico de un niño menor de 10 años con síntomas como el déficit de atención e impulsividad no es para el infante sino para sus progenitores. Los apegos llamados por los especialistas como ambivalentes y desorganizados interfieren en la dinámica sana de la evolutiva del menor.

- En cuanto a la palabrería y la cantaleta, que se alía con el estrés y la inmadurez emocional de los progenitores, éstos propician absurdos mensajes que perjudican la autoestima y el desarrollo emocional sano de cualquier menor. Y más aún con síntomas de déficit de atención e impulsividad. Como madres y padres debemos tener mucho cuidado y prudencia para reprender, orientar, exhortar a nuestros hijos. Evitando heridas que provoquen procesos neuróticos más complejos.

- Fortalecer la autoestima, enalteciendo más que denigrando de las capacidades, talentos, logros, esfuerzos de nuestro chico. Esto es muy importante. Hace poco Daniel se dirigió a mi diciendo: "¿mami tu quieres que yo sea perfecto?" a lo que yo respondí espontáneamente: "Perfecto NO, esforzado SI. He valorado tu esfuerzo, tu tenacidad desde siempre, puedes apreciar todo lo que has logrado por ti, tú mismo" Mirábamos su álbum de fotos, su rostro en cada foto durante éste proceso, recordatorios y medallas.

Daniel es excelente deportista y un artista potencial, sus logros en la banda sinfónica dos años atrás antes que se apasionara y eligiera libremente el fútbol son muestra de su motivación y talento. Ha logrado un buen desempeño académico en un colegio de calidad educativa sin sentirse minusválido y sin mayores presiones. Obviamente ha contado con nuestro apoyo y seguimiento, como el del cuerpo docente y los especialistas.

- Desfocalizar, quitar del centro de nuestra atención, redirigir la mirada, las ocupaciones y preocupaciones de Daniel ha sido y es sano para él y los otros hijos. Casi siempre cuando se tiene un hijo con una problemática centramos todas nuestras fuerzas y energías en "ayudarle" y eso problematiza más la situación. Recordemos que todos somos parte importante de la familia, el cónyuge y los otros hijos, hasta nosotras mismas como madres necesitamos de tiempo y mimos.

-Igualmente no se puede caer en el error de disculpar, justificar cualquier conducta indeseada, de un hijo porque haya sido diagnosticado con Trastorno de Déficit de Atención con o sin hiperactividad. Debemos tener claro los síntomas y no avocarnos a excusar al menor en casa o en el colegio por sus disrupciones. Mucho más cuando estamos dando pasos positivos y contribuyendo en pro de su bienestar. Todo extremo es perjudicial.

- Asimismo, no podemos justificarnos nosotros como padres y madres. Identificar el maltrato y el desafecto camuflado por conductas y actitudes socialmente aceptadas es fundamental para avanzar. He aprendido que el problema no está en el niño, sino en nosotros como adultos. Hay mucho por desaprender es necesario y doloroso.

Estoy segura que hay muchos más aprendizajes y desaprendizajes por hacer y compartir con ustedes. Como madre me gozo al ver a Daniel más libre y espontáneo, inquieto y sonriente, más tolerante y orgulloso de sus esfuerzos y logros, y también me gozo de mis propios avances, de un Amor más sano, seguro y menos dependiente y sobreprotector para mi hijo que debe seguir desintoxicándose, me gozo de los avances en familia y seguimos trabajando en pro de todos... ››

FUENTE:  http://miguelricci2008.blogspot.com/2010/07/experiencia-de-madre-con-el-tdah.html


3 comentarios:

  1. Anónimo1:17 p. m.

    Hola, Teresa:
    Como ya es costumbre, me ha impresionado leer la historia de esta madre.
    Las madres son de verdad la fuerza, el coraje y el amor más desinteresado que puede experimentar cualquier persona.
    Como hija y como mujer, me siento pequeña de leer tanta "grandeza"....
    Mucha fuerza y respeto para todas las madres luchadoras, sois lo mejor de nuestras vidas.
    "La aprendiz de la vida".

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  2. Anónimo10:38 p. m.

    Hola.. sólo quiero agradecer el compartir esta gran vivencia y agregar que igualmente yo reaprendí a ser mamá cuando diagnosticaron a mi hijo, y que además estoy en el proceso de a reaprender a ser pareja por que mi esposo es un niño TDA que nunca trataron.. La magia está en hacer todo con amor!

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  3. Anónimo10:19 p. m.

    Gracias por compartir tu experiencia es alentadora para aquello que transitamos desde no hace mucho este camino.

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